Un día en Yapeyú


Un suave chamamé tiñe la tarde de rojo el pueblo mientras los vecinos sentados en las puertas de sus casas tomando mate, deliberan sobre el corte de electricidad que empezó a la siesta y que aún dura. La Juana, con la solera floreada y escotada, ceñida al cuerpo y en sandalias rojas cruza la calle con un suave andar en diagonal enfilando para el kiosco. «Dicen que anda con el almacenero» murmura en lo bajo tapando la boca con la mano mirando hacia un costado a Maria, la vecina del fondo. «y bueno, ambos son viudos»  Jacinta no necesitaba murmurar porque los chicos que pasaban con la bicicleta tocando el timbre tapaba cualquier chismear de los vecinos. La Juana sabe que hablan de ella y se ríe por dentro antes de entrar al kiosco «Buenas Tardes Maria, Como esta Doña Jacinta, como les gusta hablar a Uds eh?»

Son las 7 de la tarde, mientras pasa el camión cisterna regando agua en las polvorientas calles de tierra colorada, que luego enfila hacia el río para seguir cargando agua. Es el regador del pueblo, que ya con sus sesenta y algo largos, conoce a la Juana, la Jacinta, a la Maria y a todas las Marias del pueblo.

Las azaleas de la plaza, la única plaza, la testigo de casamientos, comuniones, velorios, robadores de besos y suspiros, promesas de amor se cierran con el atardecer y los grillos que cantan cada vez mas fuerte junto con las chicharras anunciando un calor infernal. Todavía el sol no quiere esconderse y se escucha desde lejos «heladoooooo, palito bombón helado» y corren los  chicos haciendo carrera para ver quien llega primero antes de que se terminen los helados y dejando el tendal de figuritas en la vereda. Antiguas figuritas de equipos de fútbol del tío José y de partidos que quizás se vean por televisión o se escuchen por radio. «Sebastián no corras, te vas a caer» y se cae Sebastián llegando último al heladero que por suerte pudo conseguir su palito de helado de chocolate.

Es Yapeyú, con el Regimiento de Granaderos a Caballos, es Yapeyú, la de las calles de tierra, la campana de la Iglesia y el Padre Jose en la puerta esperando a los fieles para contarles que se va del pueblo después de 20 años de estar alli. El Padre Jose, ya esta sordo y no se puede confiar en las confesiones porque no escucha nada mientras el pueblo lo escucha todo.

-Te enteraste que la Carina esta embarazada?

-Cómooo?»

-Si, espera un bebe, esta de 3

-Y como lo sabes? preguntan en coro

-Mientras Carina se confesaba con el Padre José

Y el Padre José tomó la decisión. Era hora de irse.

De repente todos los vecinos mateando en la vereda comienzan a mirar para la esquina cuando una jauría de perros comienza a ladrar, como si llegara un meteorito cósmico de alguna galaxia extraña al pueblo. La Maria se para, pone su mano derecha a la altura de las cejas y la otra mano en la cintura como si le molestara el sol y frunce la vista «Me olvidé los anteojos, no veo nada». Llegan dos autos, foráneos, dos «extranjeros» y Pedro el almacenero comienza anotar números en su libreta, lo mismo hace Carmelo, Pepe, Fabián, el Comisario, el barrendero, el heladero, el del camión cisterna y el Cura. 395 y 748 son las patentes y salen todos corriendo al quinielero a jugar los números a la cabeza aunque ya llegan tarde porque cerró la jugada nocturna. La frenada de los autos levantó una terrible polvareda de tierra y el regador se agarra la cabeza porque sospecha que va a tener que salir con su camión cisterna a regar las calles de nuevo.

«Basta sultán» le grita Jacinta al perro y parece que entendió porque se sentó y bajó las orejas mientras los otros 30 perros seguían ladrando hasta que paso corriendo el gato negro de la Juana y se fueron todos en bandada a cazar al gato que nunca cazaran porque se trepó en el lapacho florecido con un amarillo furioso de verano.

Del primer auto baja una familia y la cuadra los mira, los escucha y los olfatea «Buenas Tardes» dice el conductor de un metro noventa y cinco, alto fornido de pelo corto oscuro con camiseta del club Platense. «Son de Buenos Aires, fijate la camiseta sino quien mas va a ser de Platense» murmura el Comisario con su camisa ajustada de color azul desteñido y botón desprendido en la cintura después de una buena inversión en asados y cervezas. Adentro del auto quedan los dos hijos y el perro mientras baja también una señora delgada en zapatillas, con jean suelto y remera que dice «Yo amo Miami».   «Buenas Tardes, Bienvenidos a Yapeyú» contesta la Juana, ni lerda ni perezosa mientras salía del kiosco llevando dos sodas en sifón de esos que ya no se ven, los de metal con agujeritos. El resto no responde, miran  con desconfianza a los «extranjeros» que rompieron la rutina de la tarde. Sebastián junto con sus amigos se acercan al auto para ver a los chicos que están sentados atrás «¿Querés jugar?» y los chicos foráneos se miran uno al otro y se bajan del auto. La flaca mama miamiense les grita «No se vayan lejos, quédense por acá que ya nos vamos, cuidado con los mosquitos» siendo que no hay ninguno.

Mientras, se escucha a lo lejos el andar de los caballos y son los granaderos que salen a pasearlos antes de guardarlos en las caballerizas. Porque fue en Yapeyú donde nació Jose de San Martin, el Padre de la Patria. Queda muy poco de sus pasos por allí, los cimientos de una casita encerrados en un Mausoleo que esta en reformas y alguna que otra ruina de lo que alguna vez fue una casa también. Igual, progresó mucho el pueblo desde que San Martin se fue a España. Hay electricidad y servicio celular con dos rayitas de señal que si se suben a la plaza del banco color blanco con una madera rota en el respaldar, aumenta a tres, pero muy lejos de las cinco.

Así es Yapeyú, con su plaza, el comisario, el cura, la viuda, los granaderos, la Juana, los niños, los perros y la Maria. Así es Yapeyú mientras desaparece el sol, las azaleas, los caballos y finalmente el pueblo celebra porque volvió la electricidad. Quizás, de acá a unos años mas, todo seguirá igual o no se corte la electricidad tan seguido o puedan tener señal 4G en su celular. O por ahi algún niño pueda lograr a jugar en primera y poder decir: Yo soy de Yapeyú o lo que en lengua guaraní significa «fruto maduro»

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Iglesia de Yapeyú
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Regimiento de Granaderos a Caballos
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Mausoleo de San Martin, que al momento de mi visita estaba en reformas. Adentro se encuentra lo que queda de su casa.
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Plaza de Yapeyú
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Comisaría de Yapeyú

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2 Thoughts to “Un día en Yapeyú”

  1. Todo debe estar igualito a cuando San Martín recorría esas calles hace más de 200 años.

    1. VyR

      no sabes lo hermoso que es el pueblo! quedan algunas ruinas aun!

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