El invierno trae a mi mente retratos del noroeste argentino, a pesar que nunca fui en esa estación. Quizás porque el frío es árido, ver el río o algún riacho en invierno me da sensación de frío y el poco verde trae tristeza.
El NOA argentino es muy pintoresco, porque a pesar de su aridez, la gente busca en teñir con colores una alegría que nace de la mano del hombre. Y le ponemos nombre a los pocos colores que la naturaleza nos da. Desde la ventana del auto se puede ver un inmenso cielo azul, los aguayos coloridos de los artesanos en la plaza de Purmamarca, la montaña de los Siete Colores y alguna que otra flor amarilla que sale de la tierra, por alguna extraña humedad que la dejó nacer. Una sensación de primavera eterna, clima seco, con pocos pájaros, muchos perros y muchas llamas. Los colores se tornan vivaces entre montañas grises.
La inmensa tranquilidad de un paisaje recorrido diariamente por Maria Rosa hasta llegar al famoso puente del Tren a las Nubes. Todos los días recorre 15 km para vender sus guantes artesanales y bufandas de lana de alguna llama. Ella tiene tan solo 20 años, sin embargo la sequedad de la piel, las arrugas del rostro revelan un poco mas. Ella allí sentada con sus dos perros tejiendo esperando que alguien se digne a comprar algo de lo que ella tejió. No falta el turista que pretende negociarle precios y ella acepta con incredulidad, sin saber que esos mismos guantes, en alguna tienda de Buenos Aires se vende el doble.
Recorrí parte del NOA argentino a comienzos del otoño: Quebrada de Humahuaca hasta llegar a Villazón en Bolivia. Salta «la linda», San Antonio de los Cobres, el Dique Cabra Corral para luego bajar por Cafayate hasta llegar a Tafí del Valle. Había terminado la época de lluvias y lo único que quedaban eran mosquitos y una peste de dengue dando vueltas por las inundaciones. Sin embargo no vi un mosquito. A veces pienso que tanta campaña era una lata para que la gente compre repelentes. Lo único real era la inundación y desbarrancamientos que provocaron aluviones llevándose las precarias casas situadas cerca a algún riacho que luego se hizo un gran río.
Para mi, hablar del NOA, me trae recuerdos del sonido del viento, de alguna triste quena sonando por ahí, de cementerios perdidos a lo largo de la ruta con flores de papel de múltiples colores o alguna llama pastando el poco pasto que hay. Niños que salen de la escuela, jugando con una tranquilidad y seguridad que solo el lugar puede brindar. El tiempo no existe y allí vemos como nosotros pasamos a lo largo del tiempo. Un grupo de niñas se me acerca para saludar y pedir regalos y saber de donde venia. Era el mediodía y parecía que nadie las esperaba en su casa mas almorzar. Una de ellas quería que les regale un espejo y otra quería que les regale un lápiz labial. Y me hizo acordar a los libros de historia cuando los españoles al conquistar América regalaban espejitos. De fondo una estación de trenes perdida que indicaba que Buenos Aires quedaba a 1800 KM y que la altura era de 3700 sobre el nivel del mar. Y esto es San Antonio de los Cobres y el tiempo no pasa.
Un pequeño hombre luchando contra el viento e intentando llevar ramas quien sabe para que porque aún estaban verdes. Turistas que se van, otros que se quedan y solo el ruido de cámaras es lo que rompe el sonido del silencio.
Casas de adobe, un claro indicio de la poca lluvia del lugar y de un clima seco y que cada tanto en las rutas se ve alguna que otra derrumbada por alguna lluvia que no debería haber llegado al lugar. Aroma a leña quemada y pequeñas capillas en el camino donde ni siquiera hay un cura que oficie misa en el lugar. Y con una reverencia militar me para un policía para pedir la documentación y saber de donde vengo y hacia donde voy para luego despedirse y desearme un buen viaje. Se me ocurre decirle «Voy a San Martín de los Cobres» y con una risa me responde, «no va a llegar nunca a ese lugar»
Lejos, muy lejos de los grandes shoppings y centros comerciales. Lejos, muy lejos de los secuestros, robos, los 90 canales de televisión que puede ofrecer una empresa de cable en una gran ciudad. Lejos, muy lejos del facebook, twitter y si Wanda se separó, se casó o si Mirtha se quebró la tibia y el peroné. Mas lejos aún de las promesas de las campañas políticas la vida transcurre igual.
Hoy, miro a través de mi ventana mientras escribo esto y veo bloques de cemento, la gente paseando a sus perros luego de estar encerrados en un departamento. Autos que van y vienen de algún cine. Pienso si Maria Rosa aún seguirá recorriendo esos 15 km diarios, las niñas de los espejitos ya usaran lapiz labial y terminado su escuela. Si el hombre de las ramas aún seguirá buscando su leña y si las promesas de las campañas dejaron de serlo para convertirse en una realidad.
fotos: @Viajesyrelatos_
San Antonio de los Cobres, un nombre muy musical para un lugar tan sencillo como acogedor.
Si, un lugar muy pintoresco y la ruta para llegar también
San Martín de los Cobres, cuánta magia en el nombre de un lugar tan sencillo como encantador.