Misiones reúne mucha historia de los Jesuitas y su colonización en el litoral argentino. Muchas de ellas han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y pueden ser visitadas. En esta oportunidad recorrí, en mi trayecto desde San Javier hasta Apóstoles, hice una parada en Santa Maria La Mayor, una reducción jesuita que data del Siglo XVII.
Quienes ya conocen San Ignacio Mini, notará que la conformación de esta reducción es muy diferente ya que esta enclavada en medio de una zona de selva. Si bien ha sido restaurada, mantiene un sitio agreste porque las actividades de excavación son limitadas o prácticamente nulas ya que implica deforestar la zona y se perderían cientos de especies autóctonas. Con lo cual la hace una zona que no ha sido explorada en su totalidad como lo fue quizás otras ruinas.
Se estima que en su época la población era entre 2000 y 3000 indigenas y contaba con Iglesia, Plaza, y ranchos donde vivían los pobladores guaraníes y posteriormente a mediados de 1700 tuvo una imprenta y a diferencia de otras reducciones, ésta tuvo una cárcel junto a la Iglesia. Fue declarada en 1984 como Patrimonio Mundial y gran parte de su destrucción la sufrió de mano de los portugueses allá por el año 1817.
Se sabe que vivían de la ganadería y contaban con un sistema de agua que seguramente provenía de un arroyo cercano, o el actual Santa Maria.
Al estar sobre la ruta 2, su ingreso es muy fácil y se recorre caminando. Cuenta con un centro de visitantes y guías que explican la historia de las Misiones en la zona. Mas allá de lo vistoso que pueden ser las ruinas y el relato de su historia, es el lugar en que esta enclavado, con muchos arboles y fauna de la zona que la hace un paisaje único, ideal para visitar y fotografiar.
Un consejo: cuando recorran las ruinas, no se salgan de los senderos, porque pueden toparse con especies como la de la foto y hay cientos de ellos. Son las arañas tejedoras de seda dorada. Su veneno no es mortal pero tampoco hay que fiarse y dicen que su mordedura duele un par de días.
Créeme que si recorriera un lugar así, no me alejaría del grupo, pero no por las arañas sino por temor a perderme, ja, ja.
jajaja, tenés razon!